Ilustración digital
Hace unas pocas noches, cansada ya de contar ovejas para conciliar el sueño, comenzaron a llegar a mi cabeza palabras primero, frases después, que se fueron agrupando juguetonas hasta componer versos. Lejos de dormirme, lo único que conseguí fue repetirlas incesantemente para mis adentros -con creciente ansiedad-, para así evitar olvidarlas a la mañana siguiente. Al menos al despertar pude recordar estos endemoniados endecasílabos:
A UN RONQUIDO
El silencio descalzo se adormece
por entre las esquinas de la estancia,
y no encuentra adversario más temible
que tu respiración entrecortada:
un rugido feroz, una tormenta
desencadena el alba por la fuerza.
Sí, amigos, necesito medicación.
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